jueves, 11 de marzo de 2010

Me quedo...

Me quedo con tu sonrisa triste y suave. Me quedo con tus abrazos, con las miradas furtivas, con el doble sentimiento de permanencia y huída. Me quedo con tus labios húmedos de mi, con tus quejidos suaves impresos en mi oído. Con la morbosidad de aquel golpe, con el placer de sentirlo.

Me quedo con la sencillez de tus palabras y de tu cara de niño buenamente desamparado e idiota. Con la mano estirada para coger lo que no es tuyo, con la palabra entre labios, con los buenos y malos momentos.

Me quedo con tu mirada perdida en el espacio, imaginando cosas que no llegarán, porque ya no llegaron. Con tu reflejo en el agua, que muestra a un anciano en cuerpo de adulto-joven, con ideas de adolescente y angustias de niño.

Me quedo con tus pastillas para dormir, despertar, antes de comer, después de comer, durante la comida, para acostumbrarse a la realidad, para olvidar la realidad, para no despertar y ver que la realidad está a tu lado y no puedes escapar.

Me quedo con tus amanecientes ojos de angustia y satisfacción, un poco culposos, mucho más cobardes.

Me quedo con lo dicho y con lo no dicho, con lo que quisiste decir y no te atreviste y con lo que no quisiste decir y dijiste igual.

Me quedo con la furia placentera de tus calenturas inconclusas. Con tu semen en mis manos, en mis caderas, adentro mio, fuera mio. Con tu miembro erecto al sentirme cerca, lejos, intuirme, no saberme, saberme, queriendo bajarlo, escapando al baño, mojándolo con agua fria.

Me quedo con tu recuerdo de mi, como me imaginaste y no era, como me supiste y era, como no me imaginaste y no era.

Me quedo con tu redondez, con tu pecho, con tu cara vuelta hacia el cielo esperando la lluvia, con tu frustración, con tus años de frustración y me endoso los años más que te quedan. Siempre del montón y un poco más abajo.

Me quedo con que te robaron los sueños y el alma, con tus palabrotas en mi oido, con tu quejumbroso “date vuelta”, con tus manos en mis tetas, con tu lengua en mi tetas, con tu cuerpo en mis tetas, con mis tetas en tu cara. Con tu miembro entre mis piernas.

Me quedo con los dedos acalambrados de tanto chatear, con la oreja derretida en el auricular de tanto hablar por teléfono, con la vista al muelle, despiendo barcos, con la cerveza fría, con el último cigarrillo compartido.
Me quedo con todo eso y más.

Lo único que te devuelvo es tu despedida querido.

No es capricho, no es locura, no es ni siquiera necesidad, es tan solo la realidad empírica de que al interntar terminar, esto no termina. Así como sabes que era yo, se que eres tú.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

ohh!!!!!
que beio
Dani

Noesperesnada dijo...

Y uno se queda con mucho o con poco sin que el quedarse no sea otra cosa que un intento más por terminar...

C. Jara Villarroel dijo...

hermoso

la doctora yvonne dijo...

hola, me gustó esto y algunas cosas me hicieron acordar a mi misma..

Andrés dijo...

tiernas palabras y mucha razón.
Es imposible no quedarse desde no se quiere ir

Andrés dijo...

desde *donde no se quiere ir
ahí si
:)

Anónimo dijo...

lindo relato y el tema de Smith es muy bueno!

a veces, es terrible no poder irse...